Mención Honrosa
Se sentó junto a la muñeca. Examinó su cabello, sus ojos cerrados y, sobre todo, su sonrisa. Ésa que falsamente se le extendía sobre el rostro, como si en verdad no tuviera ganas de gritar, como si estuviese satisfecha y confortable en su turbulento mundo interno. La odió. Estaba harta de ella, de que amara lo que odiaba de manera intensa, de que deseara con fuerza aquello que al mismo tiempo repudiaba, de que fuera tan irracional y ambivalente. La arrojó por la ventana. A los 10 minutos fue a buscarla, porque la quería de vuelta.
María Carolina Riveras, 21 años,
San Bernardo .