DOÑA VIOLETA

Mención Honrosa

A doña Violeta le gustaba caminar. Nadie la comprendía en su extraña práctica. A donde fuera, caminaba. Incluso extensos kilómetros si era necesario. Y no importaba el clima. Entre lluvias y vientos tormentosos se la vio caminando por la Alameda a altas horas de la madrugada. También se la vio correr bordeando el Mapocho. Supongo que iba atrasada a algún encuentro pasajero. Doña Violeta venía constantemente a mi casa a visitar a mi madre. Llegaba temprano y se marchaba cuando caía el sol. Para mí era una mujer extraña porque siempre tenía olor a tierra y nunca traía zapatos.

Nicole Tapia, 19 años,
Puente Alto .