ÚLTIMA ESTACIÓN

Tercer Lugar

Una hilacha es un objeto mínimo que puede resultar incómodo. Me gusta llevarlas en los bolsillos, subir al metro y dejar caer una sobre mi falda. Siempre hay suerte. No falta el pasajero que fija su mirada en la hilacha, en mí, otra vez en ella, otra vez en mí. Hay un momento en que se desespera y abre los ojos, suplicando: “Sácala, por favor”. Llevo la situación hasta el límite. Antes de que se baje, agarro la hilacha y la deslizo, cariñosa, como un regalo, en su intachable pantalón.

Isabel Wagemann, 41 años,
Madrid, España.