EL SALMÓN

Tercer Lugar

Le decíamos el Salmón porque le gustaba nadar contracorriente y tenía la piel naranja y escamosa. Se sentaba en cuclillas en una de las bancas de la plaza y desvestía con la mirada a las escolares. A la tía Ania, que se paseaba por el barrio voluptuosa y desordenada, como un campamento de gitanos, también. El Salmón fumaba Derby y tenía la sonrisa amarilla. A mi papá le daba asco. A mi mamá le daba pena. A mí me gustaba mirarle las manos largas, sedosas, rojas cuando les llegaba el sol.

Alejandra Sepúlveda, 33 años,
Providencia .

Ilustración: Marcelo Parra.