Primer Lugar
Una enorme cabeza de piedra blanquecina y pulcramente esculpida comenzó a rodar cerro abajo, por avenida Grecia, a velocidad submarina. Medía once metros desde el mentón hasta la coronilla y, salvo por su continua expresión de horror marcial, era hermosa. Rodó caótica y maravillosamente lenta, destruyendo todo a su paso como un caracol implacable: autopistas, consultorios, amasanderías, bancos. Al quinto día se detuvo frente al pedestal vacío, se montó sobre él y bostezó enérgicamente hasta partirse en dos como una nuez. De su interior brotó, algo indecisa, una cajita musical con las cumbias que echarían a andar nuevamente al país.
Daniel Montero Espinoza, 32 años, La Florida.
Ilustración: @michelleredon